27 de julio de 2010

RECUERDOS DE LA ESCUELA

Soy la 1ª derecha agachada.
Algo que siempre nos queda grabado de nuestra niñez son los recuerdos de la escuela.
Nos levantaban muy temprano, para ese momento ya estaba la buena lumbre en invierno y unas buenas migas con torreznos, las migas las terminábamos con un buen tazón de leche. (Mi padre era pastor)
Para llegar a la escuela teníamos que hacer el recorrido andando entre eucaliptos, este camino lo andábamos todos los días, desde Minas de San Serafín a La Garganta, solo algún día de lluvias torrenciales llegábamos al arroyo, si el agua cubría el puente vuelta a casa tan contentos.
Hablo en plural porque iba con mi hermano, mi hermana y algunos niños más de la zona a mitad del camino nos uníamos a otro grupito que venían de la estación de la Garganta. No se cuanto tardábamos pero creo que aunque íbamos repasando la lección o la tabla de multiplicar, nos entreteníamos mirando un pájaro, una mariposa o una lagartija, la caminata era larga.
La vuelta era jugando, a mi hermano le gustaba mucho el fútbol, y si faltaban chicos nos ponían a mi hermana y a mi de porteras, algo que también le gustaba era subirse a los eucaliptos y tirarse con el paraguas abierto, decía que le servia de paracaídas, pero nunca consiguió una bajada suave

y planeando como pensaba, solo conseguia llegar con algun golpe que trataria de ocultar para no tener que explicar como había sido. Y ahí estaba yo de sufridora pensando en la reprimenda

o algo mas, que se llevaría cuando llegásemos a casa, primero porque los partidos me parecían muy largos (será por lo que no me gusta el fútbol) otra cosa era que le regañaba mi padre por romper las botas que él nos hacia. (Mi hermano parecía brasileño, jugaba al fútbol hasta con una piedra y descalzo)
Como el horario de la escuela era mañana y tarde, había que llevar la taleguilla con la comida, mi madre nos preparaba un pucherillo, llegábamos a casa de Paca y Miguel Carmona, ella lo ponía en la lumbre y allí comíamos a medio día. Con que cariño recuerdo a esta mujer, que cuando vivía nunca tuve tiempo de darle las gracias. También comíamos muchas veces donde mi tía Maria que vivían en el pueblo de abajo.


La escuela de las niñas estaba junto a la Iglesia, detrás estaba la de los chicos. La entrada era agradable a mi me lo pareció siempre, había una estufa de carbón, como llegábamos con frió del camino la sensación era acogedora. Otra cosa era cuando llegaba la hora de dar la lección, hacer el dictado o decir la tabla de multiplicar,la maestra estaba preparada con la varita y como es normal siempre había alguna que no teníamos los deberes bien hechos, aunque ese día no fuese a ti, pero lo pasabas mal de ver como le daba a la de turno.


La hora del recreo era siempre esperada con alegría, jugábamos según la época del año, la comba y el truque creo que era en invierno y ya en primavera que empezaba a calentar el sol se jugaba al juego de las chinas buscando algo de sombra sentadas en las escaleras de la Iglesia, recuerdo muchos mas juegos pero no todos se podían jugar en la puerta de la escuela, había unas piedras que no era graba, eran piedrecillas mucho mas gordas (seria para evitar el barro que se pudiera formar en la puerta)


Todas las tardes eran para labores, vainicas, bordados y sobre todo bolillos, a esa hora la escuela era un sonsonete de palillos, que no envidiaba a la plaza de Almagro cuando años después la he conocido. Si era el mes de Mayo se cantaban canciones a la virgen mientras hacíamos labores, otras veces leíamos, recuerdo esas tardes de invierno como muy relajadas, leyendo o escuchando leer. ¿Siempre me he preguntado que haría la maestra con tanto encaje de bolillo? pero creo que a mi me hizo una profesional de este arte, cuando han pasado los años y he tenido tiempo, me ha gustado recordarlo dando alguna clase y rápido me dijeron. ¿Tu has hecho muchos bolillos? (Siempre hay cosas buenas que recordar de las maestras).


Dª Maria era bastante mayor siempre vestida de negro y tenía sus pequeñas manías, todas las de mi escuela recordaran cuando se le olvidaba en su casa el Pañuelo de Seda. Siempre mandaba a dos a recogerlo. Decirle a mi hermana que os de el pañuelo de seda pero no se os ocurra abrirlo, que no me entere yo que abrís la cajita! (esta era una lata redonda con unas pinturas en la tapa a mi me parecía bonita, en aquel tiempo no había muchas cajas de esas) todas estuvimos mucho tiempo con la intriga, pero alguna, no se supo quien, sin temerle a la varita de olivo, le pudo la curiosidad y abrió la cajita y descubrió que el bonito Pañuelo de Seda era la dentadura postiza, toda la escuela nos fuimos enterando, pero ella creo que nunca supo que lo sabíamos. Que cosas, en aquellos años era mas vergonzoso llevar dentadura postiza que estar mellado.