Al llegar, allí
estaban todas, después de un largo invierno de tanta lluvia se encontraban
ansiosas de ser acariciadas por el sol radiante al llegar la primavera,
mezcladas entre hierbas y florecillas silvestres todas luchando por sobrevivir
al unísono estaban las plantas buenas y las intrusas que también tienen
derecho aunque su tiempo de vida sea mas corto.
eran de un color rosado se habían convertido en autenticas bolas de
nieve a punto de desmoronarse por el peso de de tanta florecilla blanca.
Los perales y
manzanos
sobresaliendo con garbo, esperaban ser liberados antes de verse
asfixiados por la gran marabunta del pequeño bosquecillo de jaramago blanco que
les invadía con descaro.
El Diente de León de un amarillo intenso, no
deja de acudir a su cita cada primavera para ocupar lugares estratégicos de
cualquier rincón que se le antoje.
Las Siempre vivas han sabido ocupar un sitio rocoso donde no ser molestadas por ninguno de los muchos intrusos matojos.
El espacio verde lo han cubierto las
margaritas blancas formando un precioso tapiz dando reparo pisar por miedo a deshacer su
encanto.
Confieso que
daba un poco de tristeza tener que deshacerse de todo aquel precioso jardín
creado por la naturaleza y cubierto de lo que llamamos malas hierbas, viéndolas tan
lozanas no parece que pasado su tiempo las podamos ver secas convertidas en
simple y desagradable pasto.
Rafaela.
Rafaela.