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Mis
ojos miraban sin verte.
Te
llamaba sabiendo que no me oirías.
Alzadas
mis manos para abrazarte, estas quedaban vacías como paloma que vuela perdida sin
rumbo.
Te
busque entre moradas de muerte, segura de no encontrarte pero con la esperanza
del milagro que nunca llega.
Me acostumbre a tu ausencia sin olvidarte,
recordando lo corto que fue nuestro caminar juntas.
Tu
morada se hizo vieja de tanto visitarla, como envejecieron mis ojos de tanto llanto.
Aprendí
a imaginar tus consejos en el silencio para cambiar mi actitud por tu perdida. Imagine tu deseo de alejar las visitas a tu triste morada porque
te dolía verme sufrir tu ausencia.
Fueron
tantos años esperando una señal de aliento junto a tu frío y solitario lecho, que un día comprendí la dura realidad de la
vida cuando esta se va no tiene retorno por más flores que la quieran adornar.
Recordar
es no olvidar los pocos años que estuvimos unidas, tener dibujada en mi mente
tus hermosos ojos, tu cara, tu silueta, incluso tu forma de andar, el inmenso
amor que sentías por los animales, la naturaleza, tantas y tantas cosas…
Recordar
es haberte sentido cerca en cada acontecimiento alegre o triste de mi vida.
Recordar es lo que se guarda cada día por toda una vida en el corazón.