De vez en cuando nos pasa, no sabes lo que poner en
una hoja en blanco, te encuentras sin ganas de estrujarte el coco, pensar en
algo que escribir significa un esfuerzo y necesita su tiempo, entonces cuando
falta ese tiempo lo más fácil es contar lo cotidiano.
Exactamente así me encuentro yo en estos momentos.
Que puedo contar, si estoy viviendo una segunda
juventud gracias a mi nieto Sebastián. Biberones, pañales y canciones de cuna,
ese es mi entretenimiento por ahora.
Como tantos abuelos de esta época me toca colaborar en
esa tarea maravillosa de ayudar a nuestros hijos con los nietos, y como siempre
había oído contar a otros abuelos, lo hago ilusionada reviviendo cada día aquellos otros que ya quedaron tan lejos.
Aunque alguna vez se nos va el “santo al cielo” y creemos que seguimos igual de
jóvenes – nos hace ilusión pensar ¡Si todavía valemos para cuidar unas horas
del nieto será
que no somos tan mayores! Eso nos anima, o por lo menos nos
ayuda a llevarlo mejor.
Por supuesto no es lo mismo tenerlo unas horas durante
el día, que si lo tuviéramos día y noche, para eso por suerte están los padres
que son jóvenes.
Por cierto, que
distinto y fácil se hace hoy, que cómodo con los pañales y toallitas
desechables, hasta la ropa esta confeccionada de tal forma que es comodísima de
poner y quitar.
Con las
recomendaciones del pediatra, nunca hay dudas de cuando empezar a darle
cereales, cuando con la fruta y cual de ellas podemos mezclar entre si para su
mejor asimilación.
Todo ha cambiado tanto, cuando criábamos a nuestros
hijos a los tres meses ya estaban tomando papillas de harina y poco tiempo después comiendo de todo. Era de
lo más normal ver a un pequeño con un trozo pan en la mano sin ningún temor a
las alergias.
Lo más impresionante es la forma de llevarlos en el
coche ¡Que seguridad con esas sillitas que hay ahora! Cuesta un poco aprender
asegurarlas al asiento del coche, pero una vez conseguido puedes viajar con
toda la tranquilidad del mundo.
De nuevo comparo aquellos años en los que era normal
viajar con los niños en brazos, sin cinturón de seguridad, muchas veces
tumbados y dormidos en el asiento trasero.
Recordándolo
siento pánico y creo haber sido una madre irresponsable, so lo con suerte
de que nunca pasara nada.
RAFAELA.