Hay un día en que el
amor llama a tu puerta y a veces llega cuando mas lo necesitas. Cuando se
intenta dar sentido a una existencia que te hace ver solo grises y oscuros aun
estando fuera el sol y aunque en el cielo luzca el arco iris con sus siete colores. Cuando
se es joven uno sueña que ese amor existe en algún lugar y un día se presentará
en nuestras vidas sin avisar, para crear de nuevo el color de la esperanza. Y este
llega de improviso y nos enseña el significado de la palabra amor.
Se puede llamar flechazo,
amor a primera vista, o quizás puede ser que esas dos personas se encuentran
con predisposición al amor en ese
momento. Sea como sea, notan que sus miradas desprenden destellos electrizantes
y se entrelazan al cruzarse haciéndose cómplices y observando un mismo
horizonte desde su atalaya de ilusiones, dispuestos a vivir esa locura de juventud
por el resto de sus días.
Y el amor llega tan
fuerte, que la mutua compañía les hace sentir en una nube envuelta en los abrazos y mieles de esos primeros besos que los elevará hasta el cielo con la fuerza
de un huracán convertido en montaña rusa, de la cual no quisieran apearse nunca
jamás, dejando atrás el mundo que les rodea.
Dando vaivenes aprenden
a caminar juntos por el largo sendero de la vida, pensando que nada, ni nadie
les podrá separar por muchos años que pasen hasta llegar al ocaso del otoño. Aunque
vengan vendavales difíciles, tan difíciles, que a veces pueda parecer que su pequeño
Templo se tambalea, pero todo queda en un temblor que aguantaran los grandes pilares
que fueron forjando con ese amor que les unió desde el principio. Y vuelven a
renacer una y otra vez buscando mil excusas para reinventar la ilusión, dejándose
llevar por el juego de su eterna primavera.
De pronto un día se
ponen los dos frente al espejo y observan extrañados la imagen que tienen ante
sus ojos. Aquel muchacho apuesto y moreno de antaño, se le tiño totalmente el
pelo de blanco. A la “joven princesa” (como él la sigue llamando) no le queda
ni rastro de juventud, en su rostro se dejan ver los surcos que el caudal de
acontecimientos vividos a lo largo de los años fueron forjando en sus mejillas.
Los dos se funden en un abrazo y una sonrisa picarona junto con la mirada de
complicidad de sus años jóvenes les sigue saludando cuando descubren que detrás
de esas primeras imágenes, aquel espejo mágico también les muestra las de su
amor multiplicado con retoños y brotes nuevos, todos llenos de vida, esperando poder
compartir ese amor que por un tiempo fue exclusivo de ellos dos.
Será cierto eso de que
el tiempo filtra y dulcifica los tiempos pasados. O en realidad fueron
especiales.
Rafaela.
Rafaela.