Este pueblo o finca, estaba situado en sierra Madrona en el límite de Ciudad Real con la provincia de Córdoba.
Subiendo del Valle de los Pedroches hacía la Mancha, La Garganta era un oasis o vergel junto a la sierra. Hablar de este pequeño pueblo de trabajadores es recordar un bosque de eucaliptos, pinos, sauces llorones, acacias, mimosas, muchas mimosas, mucha agua y todas las flores que uno pueda imaginar. Los jardines era lo que identificaba al pueblo, sus casas todas iguales de teja roja y pintadas de blanco, algunas con su jardín en la puerta repletos de rosales, geranios, hortensias etc.
Un bosque unido a la sierra, que hablando de naturaleza podemos imaginar la cantidad de animales, desde venados, corzos, jabalíes lobos también algún gato montes que podíamos encontrar en las inmediaciones de la sierra y que alguna vez también bajaban hasta cerca del pueblo. Por algo todos los años se organizaba una montería de caza mayor. Los días de montería se vivían en La Garganta como una fiesta, lo mismo para mayores como para pequeños.
Venían los Jefes con sus invitados franceses, también acudía algún ministro español de la época. Había que tener todo a punto para esos días empezando por la casa de huéspedes, jardines, caballos y puestos de tiro estratégicos en la sierra donde cada día de montería acudiría cada señorito acompañado por su mozo ayudante. (Mi padre siempre acompañaba a una señorita que luego le daba latas de foie gras, mermeladas y otras chucherias francesas que nosotros esperábamos con ilusión) al final de cada día era acercarse a ver las piezas cazadas, que luego una vez limpias repartían entre todos los del pueblo.
El pueblo estaba dividido en dos partes en la zona llamada de arriba estaba la Iglesia, (en la que todavía, cada 16 de Julio se venera a la Virgen del Carmen) también las escuelas, casa del maestro, panadería y tienda. Bajando por un paseo de acacias había un gran pilón con un grifo, allí era donde saciábamos la sed todos los niños en los recreos y a la salida de la escuela. A la izquierda quedaba la casa del practicante y a la derecha las viviendas de los obreros.
Para llegar a la zona de abajo había que cruzar un arroyo por un puentecillo de madera;este puente era estrecho (apenas podían cruzarse dos personas) Bajando este arroyo cubierto de zarzas, teníamos otro paso para cruzar este arroyo en invierno, había que ser equilibrista para no caer al agua, pues el puente solo era un tronco de árbol grande, pero no tardábamos mucho en aprender si no querías bañarte. Todo esto estaba lleno de huertos con nogales, árboles frutales y hortalizas según la temporada del año que cada dueño cuidaba para sustento de su casa. Mas arriba estaba el chorrillo y el puente grande por donde podían pasar los coches de caballos cuando había que subir a Don Rogelio y a Doña Ana siempre que acudían a misa.
En la parte llamada de abajo estaba la casa de los jefes, rodeada de grandes jardines, desde fuera se podían ver palmeras y muchos rosales que cubrían los muros exteriores. También estaba la casa de huéspedes, las cuadras donde estaban los coches de caballos, carretas o tartanas y los propios caballos. (De todo esto se ocupaba mi tío Adolfo) Casi enfrente de las cuadras teníamos la fragua y carpintería, y muy cerca de todo esto había un enorme sauce llorón y debajo una fuente o chorro continuo cayendo a un pilón, el agua era fresquita, venia del pantano que esta en la sierra.
Estos son los recuerdos que puedo recopilar en mi memoria, se que me dejo muchas cosas que otros quizás recordarán pero me he limitado a contarlo como lo veía en aquellos años en que todo nos parecía mas grande, las distancias muy largas pero todo precioso, recordado con el paso de los años y la añoranza.
Hoy en día no queda casi nada de lo que describo en esta historia, por eso cuento todo en pasado, queda la Iglesia y poco más. Pero nos queda la sierra para mirarla desde lejos, porque allí no se puede pasar si no es el día de La Virgen, o con el permiso de los guardas forestales. Es una finca particular reservada para caza mayor.
Rafaela
Como lo que acabo de contar sólo son recuerdos personales, dejo también la historia real de La Garganta principio y final.
COPIO Y PEGO
La Garganta nació cuando el municipio de Peñarroya absorbió, en 1908, la Nueva Sociedad de las Minas del Horcajo, en cuya propiedad figuraba una finca rústica de 6.919 hectáreas donde no existía posibilidad de explotación minera; tal finca abarcaba los quintos de Navarrillo, Los Cerros, El Horcajo y La Garganta. Peñarroya decidió conservar aquellos terrenos, que completó adquiriendo Matas Hermosas, Navaquemada, Añoras y Torneros quedando, al final, una finca de 15.600 hectáreas situada entre los términos municipales de Brazatortas y Almodóvar del Campo y a la que se decidió llamar La Garganta.
En 1912 Peñarroya emprendió el ordenamiento forestal de la finca, que se había convertido en orgullo de la Sociedad y en capricho particular de Frédéric Ledoux, hijo de Charles Ledoux. Los sitios más agrestes se repoblaron de eucaliptos destinados a madera (en 1920 la masa arbórea en propiedad de la Sociedad alcanzaba un valor de cinco millones de francos), mientras que las zonas aptas para el cultivo se roturaron (para lo que Peñarroya importó modernas máquinas de vapor que causaron gran impresión en la comarca) tras limpiarlas de broza y monte; al tiempo se construyeron caminos, viviendas, sistemas de riego y todo lo necesario para convertir aquella zona en una prometedora explotación agroforestal. En 1914 una fabrica textil, dedicada a confeccionar sacos para el envase de abonos orgánicos, y otra maderera completaron la labor de Peñarroya en La Garganta. La crisis a la que se vio sometida la Sociedad a mediados de los años veinte hizo que estas dos fábricas fueran vendidas por Peñarroya en 1928, la de papel a Papelera del Sur y la textil a La Yutera.
En 1968, ya con todas las explotaciones de Peñarroya en la provincia de Ciudad Real agonizantes, se cedieron al Patrimonio Forestal del Estado, por intermedio del ICONA, 3.285 hectáreas de monte de La Garganta, y, años más tarde, se decidió la enajenación total de la finca a la sociedad Villamagna, filial de explosivos Río Tinto. Hoy, y tras haber cambiado varias veces de manos, La Garganta es una de las fincas de caza más importantes de España.